martes, 17 de agosto de 2010

Perdida

Camina sobre llamas, prende un cigarrillo y poco le llega a importar lo que opinen de ella. Perdió el remedio del dolor y tuvo que derrumbar el monumento de lo que ella sin pensar no era, para no crear falsas ilusiones, ni tener que soportar tantas preguntas, ni sentirse rota cada vez que camina por las calles desoladas y frías.

Se pregunta si realmente su vida es de ella, se pregunta también cuando dejo de soñar para que no pase nada, además del silencio, sus miedos, ese dolor en el pecho que no la deja dormir. Pensaba que estaba sufriendo a tal punto, que ella misma quería desgarrarse; mientras sigue fumando aquel cigarrillo las punzadas en el pecho son como su propia crucifixión, si no fuera porque camina como si fuese la misma muerte, se le hubiese entregado ella misma, en pocas palabras se hubiese dejado morir.

Mientras dejaba todo atrás, y sus deseos los besaban los fantasmas que fingen latidos, sabia que se había equivocado y no quería escuchar, tenia tantas ideas extrañas, quería escribir sin parar pero el dolor en el pecho se lo impedía tanto. Si todo se quema y con todo ella, estoy segura que sus versos sin música, sin camino y sin sentido seguirán jadeando hasta que alguien los pueda rescatar.

Quiere que lo apaguen, mientras caminaba sin rumbo, en sus ojos no encontraba una dirección, quería arrancarse la piel, pedazo por pedazo, pensando que eso calmaría el dolor, pero atraería a los perros infames que solo salen a cumplir vigilias nocturnas, que huelen sangre mezclada con dolor... Aquellos perros que solo le sirven al mas oscuro y se duermen entre los quejidos y los ruidos absurdos se donde solo provienen ellos.

Quiere ser intocable hasta de la misma muerte quiere que nada dure para siempre y que su siempre sea nada, su vida es ajena a sus lágrimas, a su rostro pálido y a sus labios amoratados... Tiene un gesto de dolor clavado en el rostro, una dura mascara que solo se mantiene sobre un rostro fúnebre y retorico suele parecer.

Mientras camina, un aire perfora sus pensamientos, sus cabellos, abre las manos y deja que el viento gélido se apodere de ella, de lo que queda de ella; sustancia perdía que iba a la deriva, ponzoña del tiempo y del miedo aberrante, el tiempo que no pasa y solo corona su humilde soledad, el llanto de un amor que lucha feroz por mantenerse transparente entre sus manos, pero ella no puede, se siente atrapada mientras camina o eso cree ella.

Sus ideas, sueños y deseos entrelazados tratando de formar un puente entre ella y sus irrevocables ilusiones, su mirada incrédula me da a entender que se dejo vencer, que suele salir de noche a mirar las estrellas que apenas se pueden ver para escapar de su cárcel donde los minutos son los barrotes, donde los recuerdos son las paredes grises y gélidas y donde sola esta ella es donde sola murió hasta el silencio.

Sus sinfonías atrapadas en un solo cuarto, el que ella hace mucho dejo, anhela ese instante intenso donde solo sabia vivir, pero el tiempo y las huellas la asedian como si fuera un asesino que tuviera que luchar contra la justicia a ciegas y un pensamiento insólito que solo descansa.

Mientras suenan los minutos en el espacio vacio y ella sigue caminando, solo veo ir un cuerpo que perdio su alma entre calles, rostros, dolor, lagrimas, penurias, sangre, olvido, necesidad, gritos y memorias que no pudo dejar atrás, es solo ella y no la nueva muerte.

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